Sed

No sé si fue la canción o las brujas,
el día o el camino.
Esperaba que al atardecer pasara la intranquilidad
pero me doblo bajo la melodía maldita de sus bocas.

Un himno, una enfermedad, un veneno antigüo
como la humanidad grita: ¡Acepta tu destino!

¿Quién podría?,
Mejor romper la porcelana,
el ser que sale de sus ojos.

No quedó nada.

Luego, noté que el árbol estaba vivo.
La luz se partió en mil hojas que caían,
causas bellas, ramas pardas,
agua sobre las dunas.

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