Eva




Empezar en un hoyo negro, el fin y el comienzo. La mente en una nube gris que no recuerda su pasado ni sus sueños, sólo conoce el presente.

     Un golpe, dos golpes, abre los ojos. Está tirada en medio del pasto en algún lugar. Se sienta, se levanta y mira a su alrededor. Montañas y al parecer un volcán se ven a lo lejos. Da vueltas sobre sí misma lentamente, intentando recordar algo, pero no hay nada, ni nadie quien recordar.

     Escucha un riachuelo, el sonido del agua en movimiento. Mientras camina hacia él, siente el pasto meterse entre sus dedos suavemente. Un ligero picor le hace mover los dedos y seguir caminando.

     Voltea hacia arriba, un cielo azul con pocas nubes permite entrar a un sol abrasador. Al mismo tiempo, tiembla por el viento frío que recorre su cuerpo desnudo.

     Sigue caminando, algunos árboles se encuentran a su paso de manera arbitraria: dos a la derecha y uno a la izquierda, 2 a la izquierda… Árboles de diferente tipo, altos y frondosos, pequeños y con sus frutos, tienen cortezas ásperas y otros tienen cortezas muy regulares.

Ella se acerca y siente cada una con el filo de los dedos de su mano. Toma un fruto, un mango, y lo siente. Lo abre, lo muerde ya que el olor la atrae y se embarra toda la boca y las manos, ya no sabe qué hacer con sus manos. Pero no importa porque huele bien, huele dulce.

     Sigue caminando, los árboles le dan sombra al caminante hasta que finalmente llega al riachuelo, se agacha y se asoma. Descubre algo que se mueve al mismo tiempo que ella. Cuando se mueve a la derecha, esto también la sigue. Cuando se mueve a la izquierda, esto ya está allí. Ella va descubriendo que son sus mismas manos, las que se ven en el reflejo. Después hace una última prueba, muestra su pie y el reflejo se mueve a la par bailando con él. Y en ese momento, es cuando se descubre a sí misma. Observa sus ojos en el agua, su barbilla, su cabello, su nariz.

Y de pronto encuentra que había estado sosteniendo un papel dentro de su mano todo este tiempo. Lo había estado sujetando en su mano fuertemente. Ve su contenido, pero no le entiende, ella no sabe para qué es, no tiene forma ni sentido. Parece ser muy importante para alguien porque lo pusieron allí, y lograron que lo guardara hasta este momento. Pero en realidad ya no es importante. No es suyo. Lo tira al agua, se levanta y sigue caminando.


Eva Marina Valencia Leñero

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